ACTUALIDAD
4 de septiembre de 2020
El misterio de la chaqueña que conmociona a España
Blanca Otero nació en Quitilipi, Chaco, en 1952, y en 1973 se mudó con su familia a la península ibérica. Abandonó a sus padres y a sus hermanos en 1995 y no se supo nada de ella hasta su aparición, descompensada en una casa de un pueblo de Asturias. Infobae habló con los vecinos de esa “señora amable y servicial” que creían que se llamaba Eva.
La última semana muchos de los vecinos de la urbanización La Fresneda, en la pequeña ciudad de Pola de Siero, Asturias, se encontraban preocupados. Eva, esa mujer sexagenaria bondadosa, servicial, de un acento extranjero extraño, que saludaba a todos en el supermercado “Alimerka”, llevaba días sin aparecer. La preocupación llevó a algunos vecinos del lugar a hacer la denuncia a la Policía.
Fue entonces cuando los efectivos acudieron el sábado por la mañana al pequeño chalet en la calle Camino de los Castaños para constatar si le había ocurrido algo. Al forzar la puerta de entrada e ingresar al domicilio, se encontraron con Eva, de 68 años, sentada en el suelo de su cocina, desorientada, con fuertes síntomas de deshidratación y sin poder moverse.
Pero en poco tiempo, los efectivos descubrieron que Eva no era Eva y que la historia que parecía ser una típica anécdota de un poblado de 4.800 habitantes en un rincón asturiano de España, se convertiría en un caso de desaparición, décadas de búsqueda, y reencuentro familiar.
Eva en realidad es Blanca Otero Álvarez, una ciudadana argentina que se mudó desde muy joven a España y que llevaba desaparecida desde el año 1995 sin que nadie de su familia pudiera contactarla ni que ella dejara rastro alguno sobre su real identidad.
La mujer, que incluso en su momento llegó a ser confundida con una mujer aparecida muerta en una playa de Galicia, protagonizó una de las historias que arrebató por completo el interés público de toda España. ¿Qué la llevó a fugarse de su familia? ¿Cómo desarrolló su nueva vida? ¿Qué escondía?
Eva, la mujer que siempre acompañaba con una sonrisa
“Todavía no hemos podido salir de la sorpresa. Sigo sin poder creerme que la misma Eva que cuidó a mi hijo pequeño durante innumerables días, esa mujer amable y cálida, que siempre te hablaba con una sonrisa haya podido esconder así un secreto tan grande en todo este tiempo”, afirma María Nosti, de 42 años –quien fue vecina de casa lindera con la protagonista de la historia durante más de seis años–, en diálogo telefónico con Infobae.
“Conocí a Eva hace como 11 años, cuando me vine con mi esposo a vivir aquí a La Fresneda. Es una urbanización de viviendas unifamiliares adosadas, casitas bajas. Es todo muy íntimo, muy cercano. Aquí generalmente viene mucha gente de Oviedo y de Gijón a descansar, a buscar algo de aire. Es un lugar muy tranquilo y con gente muy cercana”, relató.
María se mudó junto a su marido a una de las casas ubicada en la calle Camino de los Castaños. Su pared era lindera con el domicilio de la argentina. Así, desde un inicio, el vínculo entre ambas se hizo cercano.
“Entre nosotras había una diferencia importante de edad, pero aún así nos llevábamos muy bien y solíamos hablar cada vez que nos veíamos. Ella no contaba demasiado sobre su vida personal. Puedo decir que en los 11 años que la conozco, lo único que sabía de ella era que había nacido en Argentina. Se lo había preguntado yo por su acento especial. Es lo único que me contó en todo este tiempo sobre su vida privada”.
La confianza que generó Eva en María llevó a la española a depositar en ella responsabilidades fundamentales en su vida: “Cuando nació mi hijo, hace ocho años, mi marido trabajaba todo el día. Entonces, a veces, cuando yo tenía que ir a algún lugar o a comprar algo, le dejaba a mi hijo a Eva. La dulzura con la que lo trataba era hermosa”.
“Hoy, mi hijo la considera casi como una abuela, vamos”, añadió.
María recuerda muchas tardes en las que invitaba a Eva a su casa a tomar un café, ya que a la argentina le encantaba. “Mi madre me traía aceite de oliva y a ella le gustaba mucho. Le daba algo de aceite y le convidaba un café que a ella le encantaba tomar. Las charlas eran sobre el día a día, triviales. No hablábamos de nuestras vidas personales”.
Nadie sabía bien cómo Eva se sustentaba económicamente. La mayoría de los trabajos que le conocieron eran mediante vínculos informales, como el cuidado de niños, de personas mayores a domicilio o el paseo de perros. Ella nunca hizo el trámite de renovación de su verdadero DNI desde su desaparición.
María y su familia se mudaron a otra casa dentro de La Fresneda hace tres años, el vínculo se enfrió, pero ante cada encuentro, la esencia de la relación se mantuvo.
“Cada vez que nos hemos encontrado en el supermercado Alimerka o en el medio de la calle, nos quedamos hablando. Ella me ayuda con las bolsas. Sigue jugando con mi hijo. Es que para todos nosotros es Eva, esa mujer sola que siempre tuvo una sonrisa para todo el mundo aquí”, reflexionó.
Ya en las últimas semanas, los vecinos de La Fresneda notaron que el estado de salud de la argentina se había deteriorado. Tenía muchas dificultades para caminar y ya no se la veía tanto por las calles de Pola de Siero.
Fue precisamente por esa ausencia prolongada que se decidió dar aviso a la policía.
Asimismo, una vez que salió a la luz la noticia sobre la verdadera identidad de la mujer, se destapó un sentimiento de incredulidad y aún mayor empatía por parte de esa comunidad asturiana.
“Todos nos hemos visto sorprendidos, pero puedo asegurar que nadie ha cambiado ni un poco lo que piensa de Eva. Yo ni siquiera quiero saber qué le pasó en su vida anterior para que haya tenido que cambiar de identidad. Es su intimidad y hay que respetarla. Lo único es que sí me da pena que haya tenido que guardarse ese silencio durante tanto tiempo. Eso le habrá impedido poder hacer amistades muy fuertes”, reflexionó María Nosti con Infobae.
Sin embargo, a unos 145 km de distancia, en la pequeña población de Saelices de Sabero, en León, había una familia que sí necesitaba saber qué ocurrió. Una madre y dos hermanos que después de 25 años se habían resignado a encontrar a Blanca Mabel Otero viva y que hoy la tienen nuevamente a su lado, mientras permanece internada en el Hospital Universitario Central de Asturias.
Más de dos décadas detrás del rastro de “Blanqui”
El identikit robótico de la "Dama del Camello" que René Otero Álvarez confundió con la identidad de su hermana, entonces desaparecida.
Blanca Mabel Otero nació en 1952 en Quitilipi, provincia del Chaco. Ambos padres eran españoles, nacidos en el pueblo Saelices de Sabero, en León. Junto a ella y sus hermanos José Luis y René, formaron una familia que, en primer lugar se mudaría a Resistencia y ya en 1973 partiría hacia España, a la tierra natal de los progenitores.
Infobae accedió al teléfono de René, pero pese a un primer contacto y repetidos llamados, el familiar de la mujer no quiso dar su palabra.
Si bien nacieron en Argentina, los tres hermanos se consideran más españoles. Vivieron casi todos sus días en el continente europeo.
Blanca se mudó al pueblo de Castilla y León con el título de maestra de escuela primaria. Mientras el hermano José Luis se mudaba a Galicia, el resto de la familia permaneció en Saelices.
1973. Era el tramo final de la dictadura de Francisco Franco y a Blanca se le complicaba demasiado encontrar trabajo como docente, por lo que decidió emanciparse y mudarse a la ciudad de León, donde empezó a trabajar en Renfe, la compañía ferroviaria más importante de España.
Si bien Blanca visitaba Saelices para estar todos los días en compañía de sus padres, según su familia de un día para otro no dejó más rastro y se esfumó de la faz de la tierra. Sin dejar aviso y sin motivo aparente alguno.
“De un día para otro, ella estaba trabajando y desapareció. Dejó la ropa, dejó todo. No llevó nada”, recordó su hermano José Luis en una entrevista reciente al medio de noticias El Español.
La compañera de piso de Blanca de ese entonces, tampoco sabía nada de la decisión de su amiga. Todo resultaba una incógnita absoluta. Blanca tenía entonces 43 años y era el año 1995.
Su madre radicó la denuncia por la desaparición recién en 1997. Aparentemente, la decisión de llevar aviso a las autoridades se demoró unos dos años por decisión del padre de la familia.
Al poco tiempo, la Policía de Asturias aseguró haber encontrado a Blanca en Gijón. ”Nos dijeron que la encontraron y le preguntaron si quería establecer contacto con nosotros y dijo que no. Y, claro, era una persona mayor, que estaba bien de la cabeza, por lo que no la podían obligar a nada. Fue una decisión propia de ella”, explicó su hermano José Luis.
René y la madre, María Luisa, viajaron a la ciudad asturiana, pero no la encontraron.
El misterio creció de manera acorde a la desesperanza. Así, tuvieron que pasar casi ocho años para que la familia Otero pudiera tener una noticia de la mujer desaparecida.
En 2005, diez años después de haber sido vista por la familia por última vez, Blanca reapareció. Le envió una carta a su familia con una foto actual de ese entonces. Dijo que se encontraba bien, le pedía perdón a su padre y advertía que ya se pondría en contacto con su hermano José Luis.
En ese escrito, le pidió a la familia que no la buscaran más y que la dejaran tranquila, que ella volvería cuando lo creyera necesario.
Pasaron muchísimos años de silencio absoluto sobre el paradero de Blanca hasta julio de este 2020, cuando uno de los hermanos la creyó protagonista de un caso policial histórico para la región cantábrica de España.
René Otero denunció ante la Justicia que su hermana Blanca podía ser la protagonista de una famosa historia policial conocida como “La Dama del Camello”. Fue una mujer cuyo cadáver apareció el 29 de junio de 2001 en la costa de la llamada Playa del Camello, en la ciudad de Santander.
Esa mujer ocupa la única tumba todavía no identificada del cementerio de Santander y se convirtió en una obsesión para el ex investigador privado Guillermo Rosewarne, quien pasó 18 años de su vida buscando su identidad.
A raíz de esa búsqueda, especialistas forenses realizaron un identikit robótico sobre el posible rostro de la mujer fallecida. Al ver esa imagen, René Otero creyó que se trataba de Blanca.
Fue así que el argentino realizó una denuncia ante la Policía Local. Sin embargo, ni las huellas digitales registradas de Blanca, al momento de hacer su DNI español y del cuerpo encontrado en la playa cantábrica, ni la muestra de ADN ofrecida por el propio René llegaron a arrojar coincidencias. Blanca no era la “Dama del Camello” y su búsqueda había sumado un nuevo capítulo de frustración.
El misterio se terminó el sábado 29 de agosto de 2020 a las 8.40 de la mañana, cuando dos policías entraron al domicilio de Eva… (o Blanca) a través de una ventana contigua con su vecina.
La madre de Blanca, María Luisa, vive. Tiene 90 años y reside en una residencia para mayores de Gijón. Todavía los hijos no le comunicaron la noticia del hallazgo con vida de su hija. Esperan asesorarse con psicólogos y especialistas antes de darle la noticia que esperó durante 25 años.
Fuente: Joaquín Cavanna de Infobae